martes, 27 de diciembre de 2011

Miller vs. Knicks (II): El día que Reggie se picó con Spike Lee

 En el verano de 1993, se dio uno de los momentos claves en la historia del baloncesto en los Estados Unidos. El mejor, el más grande de todos los tiempos, Michael Jordan, anunciaba su retirada del baloncesto. Ya nada volvería a ser lo mismo.
 En ese momento, la luz se apagó para mucha gente. Sin embargo, también comenzó a brillar con más fuerza que nunca para otros. Así, equipos que veían, ante la gran superioridad de los de Chicago, casi imposible acercarse al anillo, tenían, de repente, una gran oportunidad de alcanzar la gloria. Equipos como Seattle Supersonics, Houston Rockets o New York Knikcs.

 Y estos equipos no perdieron su oportunidad.
 En el Oeste Seattle y Houston lideraron claramente sus respectivas divisiones, mientras que en el Este, Atlanta lograba el mejor record con 57 victorias. Los Knicks, con el mismo numero de victorias que los Hawks, tuvieron que conformarse con la segunda plaza de la conferencia.
 El equipo de Nueva York había conseguido a Derek Harper de Dallas para sustituir a Rivers, lesionado de la rodilla desde Diciembre y mantenían el bloque del año anterior.

 En Play-offs no tuvieron problemas para deshacerse de los Nets por 3-1 en primera ronda. Otra historia fue el duelo en segunda ronda contra Chicago Bulls, que, aun sin Michael Jordan, consiguieron forzar el septimo partido. Pero los de Riley consiguieron plantarse en las finales de conferencia, donde les esperaban los Pacers.

 Los de Indiana habían cambiado a Schrempf por McKey y habían conseguido al rookie Antonio Davis y al veterano Byron Scott. Pero su principal fichaje estaba en el banquillo. Larry Brown había aterrizado en Indianapolis y había dotado al equipo de una gran competitividad e, incluso, dureza en su juego.
 47 victorias en temporada regular les llevaron al quinto puesto de su conferencia, y, las victorias en los ocho últimos partidos de ésta, les hacían llegar a los play-offs en un gran momento.
 Esto no tardó en quedar de manifiesto, barriendo a Orlando en primera ronda por 3-0 y endosando un 4-2 al equipo con mejor balance de la conferencia, Atlanta.


 Knicks y Pacers volvían a enfrentarse, y en el mejor posible de los escenarios: la final de conferencia. Quien lograse la victoria accedería a la final de la NBA.
 Nueva York partía como favorito, pero Reggie Miller no iba a consentirlo.

 Eran equipos muy parecidos. Un gran pivot, dos aleros muy fuertes y un escolta explosivo, además de muy duros en la zona.
 Esto se dejó ver en los primeros partidos, en los que cada equipo se llevó la victoria en los dos partidos jugados en su casa.

Y llegó el quinto partido. Uno de los más recordados de la historia de los Play-offs, y no del todo por su parte deportiva.

 El partido comenzó cuesta abajo para los Pacers. Reggie no estaba acertado y los Knicks dominaban con comodidad. Y poco a poco comenzó a cobrar protagonismo una figura... la del cineasta Spike Lee.
 El director de cine es un reconocido seguidor de los Knicks y habitual de la primera fila del Madison Square Garden. Vive los partidos como nadie y, aquella noche, la pasión pudo con él.

 Era habitual que Lee la tomase con el mejor jugador del equipo contrario y, en el segundo partido de la serie, ya había comenzado a tomarla con Miller. Pero esa noche, los repetidos fallos del jugador de Indiana, llenaron de confianza al director.
 La mofa era constante desde la banda. No dejaba de picarle y meterse con él. De ridiculizarle y compararle con su hermana, Cheryl Miller, ex-jugadora de la WNBA. Tras cada tiro, Miller se quedaba mirando a Spike y este buscaba un nuevo vacile. La gente comenzó a estar más pendiente del pique entre los dos que del propio partido.










 Pero el partido continuaba y los Knicks dominaban.
 Al comenzar el último cuarto, Nueva York ganaba por 12 (70-58). Era el peor escenario posible para Miller. Ya llevaba 19 puntos, pero su equipo perdía claramente y todo el estadio, y un espectador concreto más que nadie, gritaba contra él. Pero Reggie decidió que eso se acabó.

 La única motivación de Miller en aquel momento era callar la boca a Spike Lee. Y Miller comenzó a anotar. Ataque tras ataque, Reggie Miller se quedaba mirando al director, y anotaba un nuevo triple. Estaba motivadísimo.

 Spike ya no hablaba ni se levantaba de su butaca. En cambio, a medida que el partido se intensificaba, también lo hacían los comentarios de Miller hacia el director. A mediado del cuarto, el jugador se quedó mirando fijamente a Lee, llevándose las manos al cuello y luego a la entrepierna. Ahora si que el estadio rugía en su contra... y él estaba más cómodo que nunca.

 A todo esto, el partido continuaba, pero con un guión muy distinto.
 Los Pacers habían conseguido un parcial de 14-0 con Reggie anotando 10 de esos puntos. Finalmente, Indiana se llevaría el partido por 86 a 93.
 Reggie Miller había conseguido cinco triples en el último cuarto (record en aquel momento, luego superado por Antoine Walker), y 25 de sus 39 puntos. Había callado la boca a Spike Lee y a la ciudad de Nueva York.
 Los Pacers habían llegado a Nueva York con 11 derrotas seguidas en el Garden, pero se llevaron la victoria más importante, la que ponía la serie 3-2 y les encarrilaba hacia la final de la NBA.

 Al día siguiente, la prensa de Nueva York estaba indignada con Reggie Miller, pero, sobretodo, con Spike Lee. Era portada de todos los periódicos. Le hacían responsable de haber motivado a Miller hasta tal punto. El 'Daily News' abría con un irónico "Muchas gracias Spike".

 La serie, ahora en una nueva perspectiva, se trasladó de vuelta a Indiana. Y Spike Lee no dudó en viajar con el equipo.
 El pabellón era una olla a presión como pocas se recuerdan. Incluso un comercial de coches fue despedido por venderle las entradas en reventa al director.
 Pero Nueva York consiguió la victoria por 91-98. Aun hoy, Spike Lee da gracias a Starks por aquel gran final de partido o nunca hubiese podido volver a Nueva York.

 En el septimo y último partido en el Garden, Reggie Miller tendría un triple en los últimos momentos para haberse llevado la serie, pero no consiguió anotarlo. Indiana finalmente quedaba eliminada, y Miller, entre lágrimas, se prometía: "nunca más".

 Los Knicks perderían la final de la NBA ante Houston Rockets en siete partidos, quedándose a un partido del máximo posible que se pueden jugar en un play-off.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Miller vs. Knicks (I): El día que Reggie desquició a Starks

 Durante los próximos días vamos a recordar la rivalidad que surgió a mediados de los 90 entre un jugador, Reggie Miller, y toda una ciudad como Nueva York, narrado en el documental de ESPN, "Winning Time".


 Si pensamos en rivalidades entre equipos de la NBA, todo el mundo pensará rápidamente en Lakers y Celtics. Los más clásicos quizá piensen en Seattle y Washington. Pero, a mediados de los 90, se fraguó una de las mayores rivalidades de la liga, entre Indiana Pacers y New York Knicks, liderada enérgicamente por un hombre: Reggie Miller.

 El baloncesto siempre ha sido tema de rivalidad entre las ciudades de Indianapolis y Nueva York.
 En Indiana se decía que el baloncesto nació allí y no en 'la gran manzana'. Además, estaban convencidos de que poseían el baloncesto más puro y los mejores tiradores. La ciudad vivía el baloncesto. Todo colegio e instituto tenía su equipo de baloncesto y, cuando jugaban los Pacers, la ciudad "cerraba".
 Nueva York, sin embargo, se considera a si misma la meca del baloncesto. Llena de 'playgrounds' y de leyendas de este deporte. Se trataba a la gente de Indiana como pueblerinos, lo cual, lógicamente, molestaba mucho a estos, que los veían como unos arrogantes.

 Pero esto era algo que no preocupaba mucho en Nueva York, ya que los Pacers eran por entonces un equipo menor. Pero poco a poco, las distancias comenzaron a estrecharse, a la vez que crecía su rivalidad.

 En los 90, en Nueva York contaban con uno de los mejores pivots de la liga, Pat Ewing, la estrella de Georgetown, llamada a devolver la gloria a los Knicks. Además, estaban dirigidos por Pat Riley, estrella de los banquillos tras convertirse en el artífice del showtime de los Lakers en los 80.
 En Indiana, entrenados por Bob Hill, y con su estrella, Reggie Miller, habían ido creciendo hasta hacerse habituales de los Play-offs.

 Era cuestión de tiempo que empezasen a cruzarse en los Play-offs.


 En la temporada 92-93, los Knicks accedieron a los Play-offs por la puerta grande. Con 60 victorias, consiguieron pasar como el mejor equipo de su conferencia, y solo superados en toda la liga por los Suns de Barkley.
 Indiana en cambio, consiguió acabar con una victoria más que los Pistons y jugar los Play-offs como último clasificado de su conferencia.
 Por lo tanto, ambos equipos se verían las caras en primera ronda.

 Ambos entrenadores habían dotado a sus equipos de una gran agresividad y competitividad. Por lo que no tardaron en saltar chispas.

 Los dos primeros partidos fueron según el guión y los Knicks se pusieron 2-0 en la serie. Pero la serie se trasladó a Indiana y Reggie Miller no estaba dispuesto a consentir un 'barrido'.

 Como ya hemos comentado en entradas anteriores, Miller era un experto provocador. Los piques, el hablar constantemente al rival, aspavientos, dejarse caer, lanzar un manotazo y fingir que le habían dado a él... su repertorio abarcaba todo lo que pudiese valer para sacar del partido al rival. Y además, te metía 25 puntos. Era sencillamente desquiciante.
 Según sus propias palabras, un 70% de lo que hacía y decía era para meterse en el partido. El otro 30%, para sacar a los demás.

 Al saltar a la cancha, Reggie saludó uno por uno a todos los jugadores del equipo contrario. Sin embargo, uno de ellos no le devolvió el saludo. Era John Starks. Miller ya tenía un objetivo.
 Starks era, lo que vulgarmente llamaríamos, un "cabeza loca". Era un hombre de reacciones imprevisibles. Era el objetivo perfecto.

 Desde que comenzó el partido, no dejaron de hablar y enzarzarse. Cada vez que Miller anotaba, iba directo hacia Starks con comentarios desafiantes.
 "John, fijate en las estadísticas. Venga ya hombre. ¿Y tu eres escolta titular en esta liga? Por favor, pero si das pena".
 Starks le miraba fijamente con la convicción de no entrar en su juego.
 Miller iba desquiciando poco a poco a Starks, al tiempo que iba sumando puntos. Le defendía con la mano en la cara, le lanzaba besos tras meter canasta o le empujaba cuando el arbitro no miraba y se tiraba al suelo al mínimo contacto. Era cuestión de tiempo que Starks explotara. Se veía venir y Ewing le advertía: "calmate y no hagas ninguna tontería".


 Y explotó.
 Starks no aguantaba más. Se acercó a Miller y le propinó un cabezazo. Apenas le había tocado, pero, por supuesto, Reggie le sacó todo el partido que pudo, simulando un golpe mucho mayor que el recibido en realidad.
 El arbitro se acercó y expulsó al jugador de los Knicks.
 Todo el mundo explotó. La grada se levantó y Ewing y Oakley acorralaron a Starks, recriminándole fuertemente lo que acababa de hacer. Pat no dejaba de gritar a John mientras se dirigía al vestuario.

 Por supuesto, los Knicks perdieron aquel partido. La serie se ponía 2-1 y las cosas cambiaban mucho a partir de ahora.
 La prensa neoyorkina se ensañó con John Starks. Durísimos titulares cubrían los periódicos al día siguiente. Sin embargo Reggie Miller no dejaba de negar haber provocado al jugador de los Knicks. Incluso declaró en una televisión que "a Starks le habría sentado mal algo que había comido en el hotel".

 Los Knicks acabarían llevándose la eliminatoria por 3-1, y llegando a la final de conferencia, donde caerían ante los Bulls de Jordan.

 Pero la rivalidad no había hecho más que comenzar.

martes, 15 de noviembre de 2011

El día que Jordan jugó con fiebre

 Si por algo se caracteriza la NBA, es por las grandes actuaciones individuales de sus estrellas. Muchas de ellas pasan a la historia y son recordadas durante años. Ya sea por la calidad demostrada, por la importancia del partido o por la épica de la actuación.
 Y de estas últimas, de actuaciones cargadas de épica, destaca una por encima de todas las demás: un 11 de Junio de 1997, el día que Michael Jordan anotó 38 puntos en una final, jugando con 39º de fiebre.

 En la temporada 1996-97, los Chicago Bulls venían de ser campeones y de establecer la mejor marca de la historia en Liga Regular, con 72 victorias, por lo que partían como claros favoritos. Y no decepcionaron, ya que acabaron con el mejor registro de victorias, quedándose a tan solo una de llegar nuevamente a las 70, marca que podían haber batido si no hubiesen perdido los dos últimos partidos de liga (el último ante los Knicks por 103-101 con un triple fallado por Pippen en los últimos momentos). También se quedaron a una sola victoria del mejor registro en casa de la historia (40-1, de los Celtics en la 85-86).
 Además, Jordan acabó como máximo anotador con 29'6 puntos por partido y Rodman como máximo reboteador con 16'1, a pesar de haberse perdido 11 partidos por sanción por dar una patada a un cámara con el que se había tropezado en un partido contra los Timberwolves.

 En los Play-offs el equipo se mostró intratable. 3-0 a Washington en primera ronda, 4-1 a Atlanta en semifinales y 4-1 a Miami en la final de la conferencia este para plantarse en la final de la NBA e intentar revalidar título.

 Allí les esperaban los Utah Jazz, que llegaban con la segunda mejor marca de la Liga Regular (64-18) y su MVP (Karl Malone), y que se habían clasificado por primera vez en su historia para la final de la NBA tras un triple de Stockton en el último segundo del sexto partido de la final de conferencia ante Houston Rockets.


 Los Bulls hicieron valer el factor cancha, ganando los dos primeros partidos en el United Center, el primero de ellos por 84-82 con una canasta ganadora de Jordan en el último segundo, y el segundo por 97-85 con el '23' rozando el triple-doble con 38 puntos, 13 rebotes y 9 asistencias.

 Pero la serie se trasladaba a Salt Lake City, donde los Jazz no perdían un partido desde el 23 de Febrero.
 Y 37 puntos de Malone en el tercer partido y otros 23 y 10 rebotes en el cuarto confirmarían la racha, empatando la serie 2-2.

 Así se llegó al quinto partido, con el equipo de Utah determinado a seguir la racha, pero con unos Bulls que, con Jordan en la plantilla, no perdían tres partidos seguidos desde comienzos de la temporada 90-91.
 Pero había un gran problema en el equipo de Chicago. Su gran estrella, Michael Jordan, había pasado la noche anterior al partido con una gran fiebre y llegaba muy mermado.
 Aun así, Phil Jackson no dudó en sacarlo de inicio junto con los integrantes habituales del quinteto titular, Harper, Pippen, Rodman y Longley.
 Jerry Sloan también optó por su quinteto clásico. Stockton, Hornacek, Russell, Malone y Ostertag.

 Y el partido empezó muy bien para los Bulls, con dos faltas personales de Hornacek sobre Pippen en menos de un minuto, que le enviaban al banquillo.
 Pero ahí se acabaron las buenas noticias para Chicago. Un Jordan visiblemente cansado asumió la responsabilidad de su equipo, pero numerosos fallos, tanto en ataque como en defensa, mantenían al equipo estancado. Por suerte, una buena defensa de Rodman a Malone, hacía que a los Jazz no les fuera mucho mejor en ataque. Con 4:30 jugados, el marcador mostraba un pobre 4-2 para los locales.

 Pero el juego interior de Utah comenzó a funcionar, a diferencia del ataque de Chicago. Esto, unido a varios triples de Morris, abrían una brecha que terminaba con un parcial de 11-0 y a Phil Jackson, que no había parado de protestar en todo el partido, pidiendo un tiempo muerto con 21-8.
 Jordan se iba al banquillo con claras muestras de agotamiento.

 El primer cuarto acabaría con un 29-16 en el marcador. A destacar un enorme mate de Pippen encima de Karl Malone.

 El segundo cuarto empezaría con un guión similar. Jordan asumiendo y fallando tiros y los Jazz con la misma energía y determinación.
 Así, con 36-20 abajo, Phil Jackson pide un tiempo muerto que sería esencial, ya que, no sabemos lo que les diría a sus jugadores, pero Chicago volvió a la pista con una energía renovada, apretando mucho más en defensa y con Jordan decidido a olvidar su mal estado físico.
 Dos tiros libres y una canasta al contragolpe de Michael tras el parón, daban fe de ello. Tras 4 minutos de cuarto, Kukoc metía la primera canasta de los Bulls obra de un jugador que no fuese Jordan.

 Los problemas de faltas de los jugadores interiores de Utah (3 faltas Malone y Carr), unido a una gran defensa, la decisión de poner a Pippen en el poste para aprovechar su ventaja de altura, y un gran Michael Jordan, comenzaron a reducir la ventaja rapidamente y, a falta de 2:30 para el descanso, un tiro libre de Jordan pone por primera vez por delante a los Bulls (44-45).

 Con un pequeño arreón final de los Jazz y un gran mate de Russell, se llegaba al descanso con un 53-49.

 A pesar de la fiebre y del visible malestar, Jordan había anotado 17 puntos en el segundo cuarto. 21 en total.


 Al comenzar el tercer cuarto, a la estrella de los Bulls se le veía exhausta, fallando tiros y acabando el cuarto en el banquillo, con la toalla por encima y bebiendo mucho para hidratarse.

 El cuarto fue muy igualado, con momentos de superioridad de Chicago, pero con un parcial de 7-0 acabando el cuarto para los Jazz.
 Con dos tiros libres de Pippen se llegaba al final del cuarto con 72-67 y con un parcial en el cuarto de 19-18. Jordan anotó únicamente 2 puntos en este periodo.

 Utah quería solucionar el partido cuanto antes, y parece que se va en el marcador al comenzar el último cuarto, pero un triple de Kukoc (el tercero sin fallo) y otro de Jordan empatan el partido a 77.
 Hay tiempo muerto pedido por Jerry Sloan, y cada vez Jordan parece más perjudicado. Aun así, al volver a la pista, anota la canasta que pone por delante a su equipo 77-79.

 El partido entra en un momento trabado y, con 81-81, el marcador se mantiene sin cambios durante casi dos minutos. A falta de menos de 4 minutos, Stockton rompe la sequía con un gran triple.
 Pero el partido sigue apasionante y muy igualado.

 Ya dentro del último minuto, Utah gana por un punto (85-84). Michael Jordan, que apenas puede ya correr, tiene dos tiros libres. Mete el primero pero falla el segundo. Y a pesar de todo, tira de coraje y consigue coger su propio rebote.

 Queda poco más de medio minuto. Jordan le mete un balón interior a Pippen. Sloan decide mantener las defensas individuales, como ya hiciera en el primer partido (con nefasto resultado).
 Pippen pivota y, cuando va a llegar la ayuda, saca el balón a Jordan que anota un inolvidable triple a falta de 25 segundos.



 Los Jazz piden tiempo muerto y Jordan, completamente extenuado, apenas es capaz de seguir caminando. Apoyado completamente encima de su amigo Pippen, consigue llegar a duras penas al banquillo. La imagen de Jordan agarrado a Pippen será tan recordada como la de cualquier canasta ganadora. Por primera vez veíamos a Jordan de una forma que nunca le habíamos visto, le vimos humano.

 Dos canastas rápidas de Ostertag y Longley, y un tiro libre de Stockton, dejarían el marcador final en 88-90.

 Michael Jordan acabó aquel partido con 38 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias, 3 robos y 1 tapón y, sobretodo, con una lección de coraje y superación.

 Chicago vencería en el sexto partido con una canasta final de Steve Kerr, proclamándose campeones de la NBA por quinta vez en su historia.

lunes, 31 de octubre de 2011

El día que se instauró la regla de los 24 segundos

 Desde que, allá por 1891, James Naismith inventara el baloncesto, éste ha destacado por su dinamismo. Sus normas han ido cambiando, adaptándose a las nuevas situaciones en beneficio siempre del espectáculo.

 Muchos de estos casos venían dados por la manifiesta superioridad de algunos jugadores. Así por ejemplo, en los primeros años de vida de la NBA, el insultante dominio de George Mikan, primera superestrella de la liga, provocó que la zona de 3 segundos se ampliara de los 1'8 metros (6 pies), a los 3'6 (12 pies) en la temporada 51-52. Años después, otra leyenda, Wilt Chamberlain, hizo que la linea llegase hasta los 4'9 metros (16 pies).
 Chamberlein, además, provocó varios cambios también en los lanzamientos de tiro libre. Debido a su pobre porcentaje en estos lanzamientos, el pivot buscaba lagunas en el reglamento que poder explotar, como lanzar a fallar para coger su propio rebote y anotar de dos, o, incluso, coger carrerilla para saltar desde la linea de tiro libre y tener un tiro más cercano y fácil. Por supuesto, el reglamento cambió para evitar estas situaciones.
 Puede que el más conocido de estos cambios de reglas sea la 'norma Alcindor', la cual prohibió machacar en el baloncesto universitario americano de 1967 a 1976, debido al enorme dominio de Kareem Abdul-Jabbar (por aquel entonces Lew Alcindor) en la liga.


 Así, en los comienzos de las ligas profesionales, primero NBL y más tarde NBA, la tónica de los partidos solía ser muy aburrida: un equipo se dedicaba a conseguir una ventaja en el marcador para luego, a base de mantener el balón por tiempo indeterminado, dormir el partido para no poner en riesgo dicha ventaja. Los partidos acababan con marcadores muy bajos y, si el equipo que iba ganando tenía un base habilidoso, el partido se convertía en una sucesión de faltas a ese jugador para intentar pararlo, con la consiguiente merma de jugadores del equipo rival. Soporífero.

 En 1950, los Fort Wayne Pistons se enfrentaban a los Minneapolis Lakers. Se anotaron únicamente 8 canastas en juego, para un resultado de 19-18.

 Durante esos años apareció en la liga Bob Cousy, un base genial que llevó a su equipo, los Boston Celtics, a dominar la liga en los próximos años. Para la historia quedan esos vídeos de Cousy en los que aparece driblando a todo aquel que le saliera al paso.


 La llegada de Cousy a la liga no hizo más que empeorar la situación.
 En los Play-offs de 1953, los Boston Celtics y los Syracuse Nationals se enfrentaban en semifinales de conferencia. Los Celtics mandaban 1-0 en la serie y el segundo partido se convirtió en uno de los más recordados de la historia.
 El técnico de Boston, Red Auerbach, ordenó guardar el balón en manos de Cousy, y Syracuse solo podía frenarlo a base de faltas. El partido se convirtió en un concurso de tiros libres y Bob Cousy acabó yéndose a la línea de tiros libres 32 veces, record de los Play-offs, anotando 30.
 Los Celtics ganaron el partido por 111-105 tras 4 prorrogas. Se pitaron 106 faltas que se tradujeron en 128 tiros libres.


 Al año siguiente se jugó un partido entre Syracuse Nationals y New York Knicks que finalizó con 75-69, de los que 75-34 de ellos fueron desde la linea de personal. Es decir, que los Nationals anotaron todos sus puntos desde el tiro libre.




 Todo el mundo estaba de acuerdo en que se necesitaba un cambio si no se quería dejar morir el baloncesto.
 Los propietarios de la NBA, encabezados por Danny Biasone, propietario de los Nationals, se reunieron para encontrar una solución.
 En beisbol hay tres outs para anotar y en el futbol americano, si no avanzas 10 yardas en 4 intentos, el balón cambia de dueño. El baloncesto también necesitaba un elemento que favoreciera el juego de ataque.


 La idea fue marcar un número de posesiones similares para cada uno de los equipos, que se estableció en 60. Las 120 posesiones totales, divididas entre los 2880 segundos que dura un partido, establecía un total de 24 segundos por posesión.


 En la temporada 54-55 se instauró el reloj de 24 segundos de posesión. En esa misma temporada, el promedio anotador subió de 79'5 puntos por partido hasta 93'1 y, cuatro años después, a 107. Desde el primer año, los Celtics pasaron la barrera de los 100 puntos por partido. Tres años después, todos los equipos de la liga lo habían hecho.




 En Europa, aun tardo unos años en adoptarse la norma, pero hubo un momento clave en el que se hizo inevitable.
 En la última jornada de la primera fase del Eurobasket de Moscú'53, Yugoslavia, aun lejos de la élite pero ya en claro ascenso, necesitaba vencer a Israel (su primera presencia en la competición, apenas cinco años después de su creación como estado), para acceder a la siguiente fase.

 El partido fue muy intenso e igualado. Tanto es así, que se llegó al final de los 40 minutos con empate a 55.
 Al comenzar la prorroga, los yugoslavos se hacían con el balón en el salto inicial. El técnico Nebojsa Popovic tenía muy clara la estrategia. El equipo balcánico retenía el balón durante más de 4 minutos y, a falta de unos segundos para acabar el periodo, lanzaban a canasta... fallando y provocando una nueva prorroga.
 La situación se repitió dos veces más, hasta que al final de la cuarta prorroga, un palmeo de Marjanovic firmaba el 57-55. Habían conseguido un parcial de 2-0 en cuatro prorrogas jugadas.

 Por si fuera poco, unos días después, en un partido URSS-Hungría, los soviéticos, una vez alcanzada una renta de 4 puntos, optó por una táctica similar a la de los Yugoslavos. Se llegó a la situación de ver a varios jugadores húngaros sentados en el suelo ante el lógico cabreo de los más de 30.000 espectadores... y del comisionado de la FIBA, Mr. William Jones, que se prometió a sí mismo acabar con esta situación.


 Se instauraría también la norma, aunque con un límite de 30 segundos, en lugar de los 24 de los americanos. En el año 2000 se pasaría tambien a los 24 segundos.



lunes, 17 de octubre de 2011

El día que Herreros anotó su última canasta

 La final de la temporada 2004-2005 de la liga ACB se recuerda por ser la última hasta el momento en que se llegó al quinto partido, por la calidad de este último partido, pero, sobretodo, por ser la final que se resolvió con la última canasta anotada en la carrera de uno de los más grandes de la historia del basket español: Alberto Herreros.

 Por un lado el TAU Cerámica. Campeón de la liga regular, subcampeón de la Euroliga un mes antes y con gente como José Manuel Calderón, integrante del quinteto ideal de la temporada y que ese verano empezaría su aventura NBA; Luis Scola, MVP de la liga regular; o Arvydas Macijauskas, máximo anotador en los Play-offs y estrella de la Lituania campeona del Eurobasket dos años antes.
 Los de Vitoria habían eliminado al Gran Canaria y al Unicaja, campeón de la Copa del Rey, para plantarse en la final.

 Por otro lado el Real Madrid. Segundo en la liga regular, subcampeón de Copa y con dos anotadores de primer nivel: Louis Bullock y Justin Hamilton. 
 Juventut y Estudiantes fueron sus víctimas en Play-offs.

 Comenzaron las finales y el TAU partía como favorito. Sin embargo, en el primer partido, el Real Madrid dio la sorpresa ganando en Vitoria 82-84 con Bullock anotando 14 puntos en el último cuarto para remontar una desventaja de 11 puntos.
 El equipo baskonista reaccionó, venciendo los dos siguientes partidos, con victoria por un solo punto fuera de casa en el tercer partido. Sin embargo el Madrid se llevó el cuarto partido, forzando así el quinto y definitivo partido en Vitoria.


 El Madrid salió a pista con Sonko, Bullock, Hamilton, Felipe Reyes y Hervelle. El TAU con Calderón, Macijauskas, Hansen, Scola y Kornel David.

 El partido empezó marcado por las faltas personales de los jugadores interiores vitorianos. Scola y David tuvieron que irse al banquillo en los primeros minutos con dos personales cada uno, incluida una técnica al primero.
 El Real Madrid aprovechó la situación para endosar un parcial de 0-11 y situarse con un marcador de 4-12 mediado el primer cuarto.

 El segundo cuarto comenzó con un 15-23 en el marcador y dominio visitante. Pero la vuelta de Scola a la pista y, sobretodo, el acierto de Macijauskas, hacen que la historia empiece a cambiar.
 El TAU comienza a acercarse en el marcador y un triple y una canasta tras robo del lituano ponen a su equipo a 1 a falta de 5:40 para el descanso, lo que obliga a Maljkovic a pedir tiempo muerto y meter de nuevo a Bullock. El jugador americano se había ido al banquillo con su equipo ganando de 10 y volvía dispuesto a asumir toda la responsabilidad en ataque anotando un triple que calmaba la situación.
 Pero Macijauskas estaba caliente y, con un triple, ponía a su equipo por delante 33-32. El jugador lituano llevaba ya 19 puntos y 8 de los 10 últimos puntos de su equipo.

 Bullock y Macijauskas lideraban claramente a sus equipos en ataque, pero ambos cometían la tercera falta personal y se tenían que sentar en el banquillo.
 Con la aparición de Hamilton, el Madrid consigue irse al descanso con una ligera ventaja de 2 puntos (39-41).


 Con 'Mache' en el banquillo, Maljkovic intensificó la defensa sobre Scola, cegando al equipo vitoriano en ataque, que tardaría más de tres minutos en anotar su primera canasta en este cuarto, y forzando un parcial de 0-7 para el equipo blanco.

 A falta de 4:50 para el final del tercer cuarto y con 42-50, Macijauskas comete su 4ª personal. El TAU juega con dos bases, Calderón y Prigioni, pero el partido ha tomado un claro color blanco y el Real Madrid consigue la máxima ventaja del partido, 11 arriba a falta de 3 minutos de cuarto (42-53).

 El Baskonia no carece de recursos y es entonces cuando aparece Travis Hansen y se hace dueño del partido, disminuyendo la diferencia a un 51-56 al final del cuarto.

 Al comenzar el cuarto Bullock comete su cuarta falta, pero Maljkovic decide que siga en el campo.
 Por su parte Hansen aun no había acabado su momento y con un triple empata el partido y con otro pone a su equipo por delante y obliga al Madrid a pedir tiempo muerto. El jugador baskonista ha anotado los últimos 8 puntos del partido.

 El ambiente en el pabellón se vuelve ensordecedor y Macijauskas, que ha vuelto a pista, se une a la fiesta con un triple que completa un parcial de 11-0 y, tras 5 minutos de juego, el Madrid aun no ha conseguido anotar en el último cuarto.
 Hamilton consigue anotar la primera canasta blanca del cuarto a 4:50 para el final, poniendo a su equipo a cuatro puntos (62-58).

 A falta de 2:45 ocurre un hecho crucial. Louis Bullock comete su 5ª falta personal y queda eliminado. En su lugar entra el veterano Alberto Herreros por primera vez en el partido.

 El TAU no deja de ampliar su ventaja. El propio Herreros comete falta antideportiva y Macijauskas mete los dos tiros libres y otro más posterior de Scola ponen el marcador en 69-61 a falta de 50 segundos. El equipo vitoriano tiene todo de cara y en su mano el convertirse en campeón de la liga 2005.

 Pero entonces comenzó el minuto final más recordado en la historia de la ACB.


 El Real Madrid necesitaba anotar rápido y Gelabale consigue un triple que pone a su equipo a 5 a falta de 38 segundos por jugarse.
 En el siguiente ataque Scola falla un tiro debajo del aro con Calderón quejándose de porqué se ha tirado tan rápido (tan solo 8 segundos de ataque). En la contra Hamilton anota en penetración. El Madrid a 3 a falta de 20 segundos. Comienza a haber tensión en el equipo de Ivanovic.

 El Real Madrid presiona muy arriba sin hacer falta y fuerza a Prigioni a tirarla fuera en un pase a Macijauskas, a pesar de que este incluso se lanza al suelo para evitarlo.
 El TAU prefiere hacer falta. Sonko falla el primer tiro y mete el segundo. 69-67 a falta de 14 segundos y saque de fondo.
 La gran presión del Madrid continúa y Splitter, el jugador más joven del equipo, con solo 20 años, es el encargado de sacar de fondo. Se mueve por la linea sin encontrar a nadie a quien pasar. Saca... y el balón se va directamente fuera. Nadie consiguió coger el balón y ahora el Madrid disponía de 14 segundos y saque desde el fondo para empatar y enviar el partido a la prorroga o anotar un triple y ganar el partido y el campeonato.

 Dicen que los grandes jugadores aparecen en los momentos importantes, incluso aunque sea su último partido como profesional y lleve solo 2 minutos en el campo.
 Así, Sonko saca de fondo. El balón llega a Hamilton. Este comienza la penetración y se la deja en la esquina a Herreros. Y éste, con la sangre fría y la calidad que le caracterizó a lo largo de toda su carrera, ante la defensa de Macijauskas, anoto el triple definitivo a falta de 6 segundos para el final.
 Calderón tuvo una última opción pero no llegó ni a tirar, con un tapón de Fotsis.

 El TAU había tirado un partido que tenía ganado y Alberto Herreros lo había logrado. Había logrado el triple, el partido, el campeonato, y un broche final de auténtico lujo a su carrera. El final soñado a una por cualquier jugador.

 Herreros se despedía de la liga como el máximo anotador de su historia con 9.759 puntos, máximo triplista con 1.233, segundo en minutos jugados, cuarto en partidos jugados y noveno en recuperaciones.
 2 ligas ACB, una Copa del Rey, una Copa de Europa, 2 medallas de plata en Eurobasket y máximo anotador del mundial '98 y del europeo '99.


miércoles, 5 de octubre de 2011

El día que Egipto ganó el Eurobasket

 Quién no se ha preguntado alguna vez porqué Turquía o Israel juegan en las competiciones europeas o porqué Australia ha empezado a jugar con los equipos asiáticos.
 Esto es porque, a veces, ante la falta de competencia en su continente, hay federaciones que piden el traslado a una más fuerte. Lo cual, a veces, da lugar a situaciones como la que protagonizó Egipto en 1949.

 En 1935, diez combinados nacionales se juntaron para celebrar el primer campeonato de Europa de selecciones, en Ginebra, Suiza.
 La competición duró cuatro días y Letonia se llevó el trofeo venciendo en la final a España, que jugaba todavía bajo la bandera republicana, por 24-18, en una pista al aire libre.

 En 1937, Letonia, como vigente campeón, acogió el torneo al que España, en plena guerra civil, no pudo acudir.
 Acudieron ocho selecciones, entre ellas Egipto, quienes carecían de rival en su continente y obtuvieron el permiso para participar junto a los europeos.
 El equipo africano terminó último de aquel campeonato, en el que Lituania se proclamaría vencedor por delante de Italia, tras un ajustado 24-23.

 El dominio del baloncesto báltico era claro, quedando patente en una final entre Lituania y Letonia en la tercera edición del torneo.
 Pero entonces estalló la Guerra Mundial y la cuarta edición tuvo que esperar hasta el desenlace de la guerra para reanudarse en 1946.
 La Segunda Guerra Mundial trajo multitud de cambios a nivel territorial, con países clásicos en la competición hasta el momento, que pasaban a ser incluidos en otro, como el caso de Estonia, Letonia y Lituania, que pasaban a formar parte de la URSS, que se convertiría en el gran gigante del basket europeo, llegando a ganar catorce campeonatos de Europa.



 Así, en 1946 volvió a jugarse un Eurobasket, el cual tendría como vencedor a Checoslovaquia, quien venció en la final a Italia y se ganó el merito de albergar la siguiente edición solo un año después, en 1947 en Praga.

 En aquella siguiente edición, el gigante soviético cumplió con las expectativas y se alzó como campeón tras derrotar al equipo anfitrión por 37-56. Aquello le daba el derecho a organizar el siguiente campeonato. Sin embargo, la Unión Soviética se hallaba en plena 'guerra fría' con los EE.UU. y declinó esta posibilidad.
 Por tanto hubo que acudir al segundo clasificado, pero existía un problema: Un mismo país no podía acoger dos campeonatos de Europa seguidos, por lo tanto, la opción de Checoslovaquia tampoco era viable.
 Hubo que bajar hasta el tercer escalón del podio, perteneciente a... ¡Egipto! En efecto, el equipo africano, que no había vuelto a competir en el torneo desde su primera aparición en 1937, y había sorprendido a todos quedando primera de su grupo en la primera fase y venciendo a Bélgica por 50-48 en el partido por el tercer puesto.

 Y así se dieron las cosas para que el campeonato de Europa de baloncesto se trasladase a El Cairo.
 Pero esta elección conllevaba muchos problemas para los demás países. Algo a lo que hoy día no damos tanta importancia pero que en su momento era un gran problema era la gran distancia.
 En aquellos tiempos el avión no era un medio de transporte tan seguro como lo es ahora, además del elevado coste, no al alcance de todos, debido a la maltrecha economía de posguerra. A esto había que añadir el pánico por el trágico suceso protagonizado por la plantilla del Gran Torino, ganador de los últimos cinco scudettos, y que, volviendo de Lisboa, sufrió un accidente que le costó la vida a toda la plantilla.

 Con este panorama, los organizadores solo consiguieron traer a tres selecciones europeas: Francia, Grecia y Holanda; a Turquía, entre Europa y Asia; las asiáticas Siria y Líbano; y la anfitriona, la africana Egipto.




 El torneo se jugó en una liguilla de todos contra todos, sin play-off final, de manera que el vencedor del grupo se proclamaría vencedor del torneo, que no fue otro que el anfitrión, Egipto, por delante de Francia y Grecia.
 Pero, si bien no existió una final al uso, el último partido de la liguilla fue un Egipto-Francia que decidiría el campeón final y en el que el equipo norteafricano venció por 57 a 36. El equipo galo achacaría la derrota al exceso de calor y a la presión del público.
 Además de para llevarse el trofeo, esta victoria sirvió también a Egipto para clasificarse directamente para el mundial de Argentina de 1950.

 Francia, como subcampeona, acogería el siguiente campeonato al que, Egipto, se negaría a asistir molesto por todas las ausencias en su campeonato.

 La FIBA catalogaría este campeonato como "indudablemente, el Eurobasket más flojo de la historia", pero que le sirvió a Egipto para, aun hoy, estar en la duodécima posición en el medallero de la competición.

 Todavía jugaría el país africano la edición de 1953, al igual que Líbano. Irán participaría en 1959 y, a día de hoy, tanto Turquía como Israel se han convertido en habituales de la competición.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Los días que Bird humillaba a sus rivales

 Dicen que el 'trash talk' es el arte de sacar de sus casillas a un rival a base de comentarios constantes y el desequilibrio emocional del contrario.
 También dicen que Mohammed Alí utilizaba este método como nadie y que en el mundo de la NBA hay auténticos especialistas en este arte.

 Kevin Garnett es considerado el principal referente del 'trash talk' en la actualidad y, si miramos más atrás, podemos encontrar que gente como Brad Miller, Gary Payton o Charles Barkley también eran unos buenos 'bocazas'.
 Famoso es el día que, uno de los mayores 'trash talkers' de los últimos tiempos, Reggie Miller, consiguió desquiciar tanto a John Starks en los play-offs de 1993, que éste acabó expulsado.

 Pero lo que, hoy día, mucha gente no sabe o no recuerda, es que uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y que más nos hizo disfrutar en los 80, también está considerado por muchos como el mayor seguidor de esta corriente. Larry Bird.
 Su competitividad ilimitada y una buena dosis de arrogancia eran los ingredientes perfectos para tales empresas.



 Una buena presa para este tipo de jugadores son los novatos. Y varios de ellos tuvieron que sufrir en sus carnes al 'pájaro'.
 Así, un jovencísimo Reggie Miller, que ya intentaba iniciarse en esto del 'lenguaje basura', durante un partido contra los Celtics, y cuando Bird se disponía a tirar tiros libres, el de Indiana intentó desconcentrarle dando un par de gritos. Larry se lo quedó mirando con cara de asombro preguntándole: “¿Bromeas, novato? ¿Bromeas, verdad?”. Sin dejar de hablarle y de mirarle lanzó y anotó el primer tiro. Y, siempre con la vista fija en él, añadió: “Novato, soy el mejor tirador de la Liga, ¿sabes? ¿Qué intentas decirme?”, al tiempo que anotaba el segundo tiro.


 En la temporada 1985-86, le tocó el turno a Xavier McDanield. En un partido entre Celtics y Sonics, con 5 segundos por jugarse y los de Boston perdiendo por 1 punto, Bird se acercó al rookie y le dijo "voy a coger el balón justo aquí, y voy a anotar en tu cara", a lo que McDanield respondió "lo se, te estaré esperando".
 Después de un tiempo muerto, Bird recibió de espaldas al aro, con el jugador de Seattle marcándolo y, tras una finta, se echó hacia atrás y anotó desde el lugar exacto desde donde predijo.


 El entrenador de Boston, K.C.Jones, comentó lo que pasó justo antes de esa acción: “Vi que Xavier McDaniel (gran defensor) defendía a Bird y dije durante el tiempo muerto: “Kevin, hazte con el balón, busca a Dennis y que él finalize”. A lo que Bird respondió: “¿Por qué no mejor me dais el balón a mí?”. Traté de convencerlo y él asintió con un “de acuerdo” y tras una pequeña pausa añadió: “Kevin, hazte con el balón, busca a Dennis y Dennis pásamela”.




 Pero Bird no solo iba a por los jugadores novatos. Cualquiera podía ser su víctima.
 En un día de navidad, los Celtics jugaban contra los Pacers. Antes del partido, el alero estrella de Indiana, Chuck Person, apodado 'rifleman', dijo que "el rifle está preparado para cazar pájaros", jugando con el apellido de Larry.
 Antes de empezar el partido, Bird se acercó a Person y le dijo que tenía un regalo de navidad para él. Así, cuando Person estaba en el banquillo, el Celtic lanzó un triple desde una posición justo a su lado, desde la esquina. Nada más soltar el balón y mientras éste aun estaba en el aire, se giró y le dijo, "Merry fucking Christmas!" (¡Feliz puta Navidad!). Por supuesto, el balón acabó entrando.


 Person siguió intentando desafiarlo en 'trash talking' hasta que en un partido, Bird se dirigió al banquillo de los Pacers y le dijo al entrenador: "Cambialé, por que si sigue en pista te juro que os destrozo".


 En otra ocasión, Mark Aguirre anotó un triple y le dijo a Bird: "¡Fijate bien, por si no lo has visto!". Entonces Bird anotó tres triples consecutivos y le contestó a Aguirre: "¡Tu mismo te has eliminado en el concurso que has montado!"


 Robert Raid era un alero de los Houston Rockets que durante un año dejó la liga para hacer misiones por sus creencias religiosas. Al volver, le tocó defender a Bird en un partido contra los Celtics. Tras meterle el punto número 50 le dijo: "te tenías que haber quedado rezando".


 Y es que ni siquiera las grandes estrellas se libraban. Y es que es famoso el partido, en 1984, en que se pasó todo el partido provocando a Julius Erving y jaleando cada canasta que metía en la cara del Dr. J y burlándose de su juego. Cuando Bird ya llevaba 42 puntos y Erving sólo 6, éste se cansó y se montó la inevitable tángana. Los dos acabaron expulsados.


 O los banquillos contrarios, como cuando se apostó 5 dólares con el masajista de los Knicks que metería un triple a tablero. Cuando en el tercer cuarto, desde 9 metros, lo consiguió, todos los jugadores del banquillo de los Celtics se levantaron con las manos abiertas dirigiéndose al banquillo de los Knicks.




 Cuando comenzaron a disputarse los concursos de triples en el All-Star, Bird encontró un nuevo lugar en el que lucirse, ganando sus tres primeras ediciones y dejándonos varias perlas más.
 Una de las imágenes más famosas que nos ha dejado en su carrera es la del dedo levantado en señal de victoria antes de que entre el balón que le daba la victoria.
 Pero ya en la primera edición del concurso, antes del inicio y dentro del vestuario, Bird miró al resto de participantes y les dijo: "Que sepais que voy a ganar este concurso. Solo estoy mirando quien puede acabar segundo".
 Además, en el calentamiento anterior al concurso, se acercó a Leon Wood, que llegaba con el mejor porcentaje y le dijo: “Te he estado observando. ¿Vas a tirar de manera diferente a como lo has hecho hasta ahora?”. Bird sabía exactamente lo que hacía. “Creo que no”, respondió Wood. “¿Por qué?”. Una pequeña pausa. “No lo sé”, replicó Bird. “A veces parece que lo haces de forma distinta. Pero no te preocupes”. Oír eso de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos dejó temblando al rookie Wood y Bird dominó el concurso.


 Todos los años que participó hizo cosas parecidas a sus oponentes. Incluso Danny Ainge, su compañero en Boston y que también participaba, les llegó a decir a los demás: "vosotros solo tenéis que aguantarle un día, pero es que yo tengo que aguantarle alardear toda la temporada, es un suplicio”.


 Y es que ni siquiera daba respiro a sus compañeros.
 Bill Walton cuenta que un día Kevin McHale estaba lesionado y el ocuparía su puesto en el quinteto. Se dirigió a Bird diciendo algo así como: “hoy que Kevin no juega yo me ocuparé de hacer sus tiros y anotar sus puntos”, a lo que Larry respondió: “Ni hablar, cogerás sus rebotes, yo me encargaré de los puntos”.


 Otro día, K. C. Jones, el técnico del Boston Celtics, dijo al comienzo del entrenamiento que todos podrían irse si alguien encestaba desde media cancha, Bird tomó el balón y lo lanzó sin vacilar. Fue una canasta que tocó apenas la red. Mientras sus compañeros de equipo se asombraban, Bird se encogió de hombros miro a K.C y dijo: "Los muchachos están cansados, nadie quiere entrenar".


 El único que ha podido contener la lengua de Bird, fue Earl Strom, árbitro autor también de mil y una anécdotas.
 En un partido, al poco de empezar, y considerando que la defensa era demasiado dura le soltó "¿cuándo cojones vas a pitar algo?". Strom contestó: "Ahora mismo, novato. ¡Técnica al nº 33!".


 Larry Bird, genio y figura.



domingo, 18 de septiembre de 2011

El día que el Real Madrid anotó en su propia canasta

 Los comienzos de la Copa de Europa de baloncesto estuvieron marcados por una aplastante superioridad de los países del este, especialmente los de la Unión Soviética.
 En sus tres primeras ediciones, el titulo se fue a las vitrinas del ASK Riga, dos de ellas contra los búlgaros del Akademik y otra contra el Dinamo Tbilisi. En la cuarta, el equipo letón perdió en la final contra el CSKA de Moscú.

 En la temporada 1961-62, la tónica de la competición amenazaba con ser la misma. Tan solo dos equipos occidentales intentaban meter la cabeza entre la élite. Eran el Real Madrid y el Ignis Varese italiano, y el destino quiso que se enfrentasen en cuartos de final de la competición.

 Por entonces, las eliminatorias se jugaban a doble partido, y el sorteo había decidido que el primer partido se jugase en Italia.
 Se ofreció al equipo italiano la posibilidad de jugar en el Palacio de Deportes de Milán, gran pabellón con capacidad para 6.000 espectadores. Pero el comendatore Borghi, dueño del equipo y de la factoría Ignis, declinó la invitación. Su idea era crear una caldera de la que el equipo madridista no pudiesen salir.
 El partido se jugó el 18 de Enero en la pequeña ciudad de Varese, en una pequeña pista de cemento de apenas 24x13 metros, con poca iluminación y donde el público, unas 2.000 personas, llegaban a pisar las líneas de la pista.
 Cantos de tifossi, mucho ruido y bengalas. Todo estaba ya preparado.




 El Real Madrid, entrenado por Pedro Ferrándiz, contaba con jugadores como Emiliano Rodríguez, Lolo Sáinz o su gran estrella, Wayne Hightower, quien prefirió al equipo blanco en lugar de los Harlem Globetrotters durante el año que tuvo que esperar para poder jugar en la NBA.

 A pesar del ambiente, el Madrid no se dejó impresionar y mandó en el marcador desde el comienzo del partido. Las diferencias siempre rondaron los 10 puntos, yéndose al descanso con un 36-44 a su favor.

 Pero en la segunda parte la cosa cambió y, si bien el equipo blanco no se dejaba influir por el ambiente infernal, otra cosa bien distinta era el árbitro francés, De Redevilher, quien comenzaba a perder aplomo ante la presión de la hinchada varesina, anulando hasta 6 canastas del Real Madrid en este segundo tiempo.


 El Ignis comenzó a recortar distancias y el Madrid fue perdiendo fuelle muy castigado por las faltas personales y, sobretodo, por la lesión de su mejor jugador, Hightower, a manos del italiano Gavagnini.
 A pesar de todo, a dos minutos para el final, el Real Madrid conseguía mantener la ventaja de 10 puntos (68-78), pero perdía por 5 faltas a Sevillano y Morrison y tenía con 4 a Emiliano, Lluis Cortés y Lolo Sáinz.


 A falta de 27 segundos los italianos se habían puesto a solo 5 puntos (75-80). Entonces el húngaro Toth lograba dos canastas y un tiro libre para igualar el partido a 2 segundos para el final.
 Entonces Pedro Ferrándiz pidió tiempo muerto.




 Los italianos estaban exultantes ya que estaban a punto de forzar una prorroga en un partido que tenían prácticamente perdido. Además, el Madrid estaba muy cargado de personales y, previsiblemente, no solo se llevarían el partido, si no que podrían sacar una renta suficiente para poder llevarse la eliminatoria en el partido de vuelta.


 Ante esto, Ferrandiz consideró las opciones. Según manifestó más tarde, la opción de jugar la prorroga no era viable por lo antes mencionado. Si le daban el balón al contrario como si se hubiesen equivocado, a lo mejor no podían o no querían meter canasta. Había que hallar un método infalible y el creía tenerlo.


 El Madrid sacó de fondo. Todo el equipo italiano bajó a defender dispuesto para la prórroga. Alocén recibió el balón... y anotó en su propia canasta.
 Así el equipo blanco iría al partido de vuelta en su casa teniendo que superar una renta mínima de 2 puntos.


 Uno de los árbitros dudó en señalar una técnica, pero finalmente no lo hizo ya que el público se volvió loco pensando que Alocén se había equivocado. Mientras, los jugadores madridistas salían corriendo hacia el vestuario.
 Cuando corrió la voz de lo que había pasado en realidad, el publico entró en cólera, volviéndose más irascible incluso que durante el partido.


 El Ignis reclamo ante la FIBA, pero de nada valió por más que la razón moral estuviese de su parte. El Real Madrid no había vulnerado ninguna norma del reglamento, así que el resultado se tuvo que dar por bueno.


 A partir de aquel partido, la FIBA modificaría el reglamento. Desde ese momento, “la autocanasta anotada en los últimos instantes de un partido que evite un empate como resultado final, comportará la inmediata descalificación del equipo al que pertenezca el jugador autor de la autocanasta”. Además, se multaría al equipo con 1.000 marcos de multa y la exclusión de participar en competiciones europeas.


 Antes de esta reunión, ya se había diputado el partido de vuelta. El Madrid ganaría cómodamente aquel partido por 83-62, remontando fácilmente la eliminatoria.


 El Real Madrid acabaría llegando a la final aquel año, convirtiéndose en el primer equipo de Europa Occidental en hacerlo.
 Perdería aquella final contra el Dinamo Tblisi por 90-83 en Ginebra.



miércoles, 14 de septiembre de 2011

El día de la pelea por ser máximo anotador

 Corría la temporada 1977-78. Hacía un año que la ABA se había disuelto y cuatro de sus equipos habían pasado a englosar la lista de equipos NBA.
 Para Indiana Pacers y New Jersey Nets no había sido una transición fácil. En cambio, tanto Denver Nuggets como San Antonio Spurs se habían adaptado a la perfección, acabando ambos la temporada como lideres de su división, con 48 y 52 victorias respectivamente.
 Pero este éxito no fue casualidad, ya que ambos equipos contaban con una de las superestrellas de la liga y futuros miembros del salón de la fama de la liga. Hablamos de David Thompson para los Nuggets y George Gervin para los Spurs.

 Tanto David como George eran dos anotadores increíbles, y, aquella temporada, mantuvieron uno de los duelos por ser máximo anotador más reñidos de la historia y que duró hasta el último día de competición.




 A falta de un solo día para acabar la temporada regular, los dos jugadores lideraban la tabla de máximos anotadores de la liga. Gervin estaba en lo más alto con 26.8 puntos por partido, mientras que Thompson lo seguía de cerca con 26.6.

 Aquella noche, Denver se enfrentaba a Detroit Pistons, y Thompson salió a pista con la clara intención de jugarse todos los balones que pudiese y superar así a "iceman" como máximo anotador.
 Y así lo hizo. La estrella de los Nuggets acabó el primer cuarto con 32 puntos, batiendo un récord de la NBA. Al descanso ya llevaba 53, y acabaría el encuentro con 73 puntos, solo superado en aquel momento por Chamberlain (100) y años despues por Kobe Bryant (81). Además, terminó con unos muy buenos porcentajes, con 28 de 38 en tiros de campo y 17 de 20 desde la linea.

 Con aquella increíble actuación, Thompson se colocaba como máximo anotador de la liga con 27.1 puntos por partido. Pero aun quedaba por jugarse el partido de Gervin.




 Al día siguiente, el último de la competición, San Antonio jugaba contra los New Orleans Jazz y Gervin necesitaba anotar al menos 58 puntos si quería llevarse la corona de máximo anotador de la competición.

 "Iceman" salió a jugar con tanta motivación para conseguirlo que rara vez renunció al tiro cada vez que recibía el balón de sus compañeros.
 Gervin acabó el primer cuarto con 20 puntos y, en el segundo, rompió el reciente récord de Thompson anotando 33, yéndose al descanso con 53 puntos. En la segunda mitad, consiguió rápidamente 6 puntos y se marchó al banquillo a sabiendas de que el título de máximo anotador estaba ya en su poder.
 Posteriormente volvió a pista para acabar con 63 puntos, jugando 33 minutos, 10 menos que Thompson. Tuvo un 23 de 49 en tiros y 17 de 20 en tiros libres.

 Gervin acabó la temporada con una media de 27.22 puntos por partido, superando a Thompson que, con su 27.15, convirtió su promedio en el más cercano al del primero en la historia de la NBA.

 Para George Gervin fue la primera de tres temporadas consecutivas siendo máximo anotador de la liga. Más tarde, en 1982 lo volvería a lograr. Sólo Wilt Chamberlein y Jordan han conseguido más títulos que los cuatro de Gervin.

 A Thompson le sirvió para firmar un contrato de 4 millones de dolares en 5 años, el más alto firmado hasta entonces. A partir de entonces, sus problemas con las drogas hicieron que su rendimiento fuera en descenso hasta que, en 1984, con solo 29 años, tuviese que abandonar la liga.






lunes, 12 de septiembre de 2011

El día de los 9 triples de Djordjevic, las 4 técnicas y el amago de retirada de Lituania

 Ahora que estamos en tiempo de Eurobasket, vamos a recordar el que, seguramente, sea el mejor partido que se ha podido ver en esta competición. Un partido con emoción, polémica y, sobretodo, mucha mucha calidad. Se jugó en el Eurobasket de Atenas '95, y fue la final jugada entre Yugoslavia y Lituania.

 Yugoslavia volvía a la competición después de unos años sin jugar debido al conflicto de los Balcanes, y se había plantado en la final sin perder ningún partido y tras eliminar a Francia en cuartos de final y a la anfitriona Grecia en semis.
 Tenía un autentico equipazo, con jugadores como Divac, que llevaba 6 años en los Lakers, Danilovic, que se iba a Miami ese año, Bodiroga, recién elegido en el Draft por Sacramento, Paspalj o Djordjevic.

 Por su parte Lituania llegaba con únicamente una derrota, la sufrida ante Yugoslavia en la primera fase por 70-61. Por el camino habían eliminado a Rusia y Croacia (la gran favorita).
 Lituania basaba todo su juego en cuatro jugadores, dos veteranos, Sabonis, que daba el salto a la NBA con 31 años, y Kurtinaitis con 35, y dos jóvenes, Karnisovas, que acababa de fichar por el Barcelona, y Marciulionis, triunfando en la NBA con los Warriors y MVP del torneo (votado antes de jugar la final).




 El partido empezó con un ritmo anotador muy alto y con Yugoslavia mandando ligeramente en el marcador. A los 4 minutos de partido vencían por 10-7. Pero un tapón de Sabonis a Divac y las protestas de éste, provocaron la primera técnica del partido para el jugador serbio.

 Lituania, con un triple de Karnisovas y otro de Marciulionis a tablero, se ponen por primera vez por delante con el 12-14.
 Poco despues, Dusan Ivkovic, seleccionador yugoslavo, pide tiempo muerto y en la reanudación, Djordjevic mete triple. El primero.

 El partido es de gran calidad y, con 8 minutos jugados, Sabonis nos deja una jugada increíble cuando, tras un balón bombeado de Marciulionis hacia el Zar, éste con un pase palmeado, sin mirar y por encima de su cabeza y de la de Divac, deja completamente solo a Einikis debajo del aro. El jugador falló la canasta, lo que no evito que todo el pabellón se pusiese en pie.
 Pero Djordjevic quiere demostrar que no es menos que el lituano y, en la siguiente jugada, da una gran asistencia a Danilovic para que machaque, anotando ademas un triple, el segundo de la noche, en el siguiente ataque, y poniendo a su equipo por delante (21-20).

 Las diferencias eran muy pequeñas. Yugoslavia conseguía dos triples de Danilovic y Djordjevic y Lituania respondía con un 2+1 de Sabonis.
 Entonces, a 6 minutos para el final de la primera parte, el partido entro en una fase espectacular.
 Sasha Djordjevic metía su cuarto triple y Marciulonis respondía con un 3+1. Djordjevic metía otro triple y Marciulonis hacia un gancho perfecto. Y para colmo, Danilovic acaba con un mate encima del mismo Sabonis.
 El partido seguía muy igualado. Si Karnisovas metía un triple con Bodiroga delante, Danilovic hacía lo propio con el mismo Karnisovas encima.
 Y así se llegaba al descanso, con un 48-49 en el marcador y unos altísimos porcentajes de tiro.

 Marciulonis y Karnisovas lideraban Lituania con 15 puntos cada uno y, entre Danilovic y Djordjevic llebavan  35 de los 48 puntos de Yugoslavia.




 Tras el descanso, Sabonis asumió el liderazgo y controló la zona forzando la 4ª personal de Divac y metiendo los primeros 6 puntos de su equipo, incluido un mate que tumbó en el suelo a Zeljko Rebraca.
 Las protestas del banquillo yugoslavo les acarrearon una falta técnica, la segunda del partido.

 Pero, tras 3 minutos de la segunda parte, la 5ª falta de Kurtinaitis y el sexto triple de Djordjevic cambian la situación.
 Yugoslavia consigue ponerse por delante. Sabonis, en una lucha por un rebote, reclama airadamente una falta al arbitro y es sancionado con una técnica. La tercera del partido. Dos nuevos triples de Djordjevic ponen el 75-68 para los balcánicos.

 Lituania, lejos de venirse abajo, con Sabonis descansando en el banquillo y con una zona que atasca el ataque yugoslavo, consigue un parcial de 0-8 y se pone por delante 75-76. Marciulonis, a 7 minutos del final, falla su primer tiro del partido después de 10 lanzamientos.
 Yugoslavia flota a los jugadores lituanos menos importantes y, con el noveno triple de Djordjevic, comienza un nuevo parcial de 8-0 que devuelve la ventaja a su equipo 83-76.

 En este punto, el arbitro americano Tolibert, comienza a coger protagonismo pitando dos faltas rigurosas a Sabonis que le hacen irse al banquillo con 5.
 A pesar de todos sus problemas, a falta de 4 minutos, Lituania aguanta y pierde sólo de 2 puntos (83-81), pero en una acción de ataque, el arbitro pita una rigurosa falta en ataque a Stombergas. El banquillo lituano salta indignado y recibe falta técnica. La cuarta del partido.
 Danilovic tira los dos tiros libres libres correspondientes pero los jugadores lituanos no salen a la cancha. Se quedan en el banquillo e, indignados, se niegan a volver al partido.
 Los 20.000 aficionados de las gradas, en su mayoría griegos, ovacionan a los lituanos y gritan "Lietuva, Lietuva".
 Sasha Djordjevic va al banquillo lituano y habla con Marciulonis. Finalmente Lituania decide que hay que acabar de jugar el partido a pesar de todo y salta a la pista.
 Marciulonis con un triple pone a su equipo a 4 y hace soñar con el milagro, pero el partido ya está acabado ante las lagrimas de Sabonis en el banquillo.

 Yugoslavia gana el partido por 90-86 y se proclama campeón de Europa bajo los abucheos de los aficionados griegos.

 Djordjevic acaba como MVP indicutible con 41 puntos y 9 triples. Danilovic acabaría con 23 puntos, Marciulonis con 32 y Sabonis con 20.

 La ceremonia de medallas quedó enrarecida, con la afición gritando "Lituania es el campeón" y con la selección Croata, tercera, negándose a subir al podium.

 Un grandísimo partido difícilmente olvidable.