martes, 27 de diciembre de 2011

Miller vs. Knicks (II): El día que Reggie se picó con Spike Lee

 En el verano de 1993, se dio uno de los momentos claves en la historia del baloncesto en los Estados Unidos. El mejor, el más grande de todos los tiempos, Michael Jordan, anunciaba su retirada del baloncesto. Ya nada volvería a ser lo mismo.
 En ese momento, la luz se apagó para mucha gente. Sin embargo, también comenzó a brillar con más fuerza que nunca para otros. Así, equipos que veían, ante la gran superioridad de los de Chicago, casi imposible acercarse al anillo, tenían, de repente, una gran oportunidad de alcanzar la gloria. Equipos como Seattle Supersonics, Houston Rockets o New York Knikcs.

 Y estos equipos no perdieron su oportunidad.
 En el Oeste Seattle y Houston lideraron claramente sus respectivas divisiones, mientras que en el Este, Atlanta lograba el mejor record con 57 victorias. Los Knicks, con el mismo numero de victorias que los Hawks, tuvieron que conformarse con la segunda plaza de la conferencia.
 El equipo de Nueva York había conseguido a Derek Harper de Dallas para sustituir a Rivers, lesionado de la rodilla desde Diciembre y mantenían el bloque del año anterior.

 En Play-offs no tuvieron problemas para deshacerse de los Nets por 3-1 en primera ronda. Otra historia fue el duelo en segunda ronda contra Chicago Bulls, que, aun sin Michael Jordan, consiguieron forzar el septimo partido. Pero los de Riley consiguieron plantarse en las finales de conferencia, donde les esperaban los Pacers.

 Los de Indiana habían cambiado a Schrempf por McKey y habían conseguido al rookie Antonio Davis y al veterano Byron Scott. Pero su principal fichaje estaba en el banquillo. Larry Brown había aterrizado en Indianapolis y había dotado al equipo de una gran competitividad e, incluso, dureza en su juego.
 47 victorias en temporada regular les llevaron al quinto puesto de su conferencia, y, las victorias en los ocho últimos partidos de ésta, les hacían llegar a los play-offs en un gran momento.
 Esto no tardó en quedar de manifiesto, barriendo a Orlando en primera ronda por 3-0 y endosando un 4-2 al equipo con mejor balance de la conferencia, Atlanta.


 Knicks y Pacers volvían a enfrentarse, y en el mejor posible de los escenarios: la final de conferencia. Quien lograse la victoria accedería a la final de la NBA.
 Nueva York partía como favorito, pero Reggie Miller no iba a consentirlo.

 Eran equipos muy parecidos. Un gran pivot, dos aleros muy fuertes y un escolta explosivo, además de muy duros en la zona.
 Esto se dejó ver en los primeros partidos, en los que cada equipo se llevó la victoria en los dos partidos jugados en su casa.

Y llegó el quinto partido. Uno de los más recordados de la historia de los Play-offs, y no del todo por su parte deportiva.

 El partido comenzó cuesta abajo para los Pacers. Reggie no estaba acertado y los Knicks dominaban con comodidad. Y poco a poco comenzó a cobrar protagonismo una figura... la del cineasta Spike Lee.
 El director de cine es un reconocido seguidor de los Knicks y habitual de la primera fila del Madison Square Garden. Vive los partidos como nadie y, aquella noche, la pasión pudo con él.

 Era habitual que Lee la tomase con el mejor jugador del equipo contrario y, en el segundo partido de la serie, ya había comenzado a tomarla con Miller. Pero esa noche, los repetidos fallos del jugador de Indiana, llenaron de confianza al director.
 La mofa era constante desde la banda. No dejaba de picarle y meterse con él. De ridiculizarle y compararle con su hermana, Cheryl Miller, ex-jugadora de la WNBA. Tras cada tiro, Miller se quedaba mirando a Spike y este buscaba un nuevo vacile. La gente comenzó a estar más pendiente del pique entre los dos que del propio partido.










 Pero el partido continuaba y los Knicks dominaban.
 Al comenzar el último cuarto, Nueva York ganaba por 12 (70-58). Era el peor escenario posible para Miller. Ya llevaba 19 puntos, pero su equipo perdía claramente y todo el estadio, y un espectador concreto más que nadie, gritaba contra él. Pero Reggie decidió que eso se acabó.

 La única motivación de Miller en aquel momento era callar la boca a Spike Lee. Y Miller comenzó a anotar. Ataque tras ataque, Reggie Miller se quedaba mirando al director, y anotaba un nuevo triple. Estaba motivadísimo.

 Spike ya no hablaba ni se levantaba de su butaca. En cambio, a medida que el partido se intensificaba, también lo hacían los comentarios de Miller hacia el director. A mediado del cuarto, el jugador se quedó mirando fijamente a Lee, llevándose las manos al cuello y luego a la entrepierna. Ahora si que el estadio rugía en su contra... y él estaba más cómodo que nunca.

 A todo esto, el partido continuaba, pero con un guión muy distinto.
 Los Pacers habían conseguido un parcial de 14-0 con Reggie anotando 10 de esos puntos. Finalmente, Indiana se llevaría el partido por 86 a 93.
 Reggie Miller había conseguido cinco triples en el último cuarto (record en aquel momento, luego superado por Antoine Walker), y 25 de sus 39 puntos. Había callado la boca a Spike Lee y a la ciudad de Nueva York.
 Los Pacers habían llegado a Nueva York con 11 derrotas seguidas en el Garden, pero se llevaron la victoria más importante, la que ponía la serie 3-2 y les encarrilaba hacia la final de la NBA.

 Al día siguiente, la prensa de Nueva York estaba indignada con Reggie Miller, pero, sobretodo, con Spike Lee. Era portada de todos los periódicos. Le hacían responsable de haber motivado a Miller hasta tal punto. El 'Daily News' abría con un irónico "Muchas gracias Spike".

 La serie, ahora en una nueva perspectiva, se trasladó de vuelta a Indiana. Y Spike Lee no dudó en viajar con el equipo.
 El pabellón era una olla a presión como pocas se recuerdan. Incluso un comercial de coches fue despedido por venderle las entradas en reventa al director.
 Pero Nueva York consiguió la victoria por 91-98. Aun hoy, Spike Lee da gracias a Starks por aquel gran final de partido o nunca hubiese podido volver a Nueva York.

 En el septimo y último partido en el Garden, Reggie Miller tendría un triple en los últimos momentos para haberse llevado la serie, pero no consiguió anotarlo. Indiana finalmente quedaba eliminada, y Miller, entre lágrimas, se prometía: "nunca más".

 Los Knicks perderían la final de la NBA ante Houston Rockets en siete partidos, quedándose a un partido del máximo posible que se pueden jugar en un play-off.