miércoles, 30 de noviembre de 2011

Miller vs. Knicks (I): El día que Reggie desquició a Starks

 Durante los próximos días vamos a recordar la rivalidad que surgió a mediados de los 90 entre un jugador, Reggie Miller, y toda una ciudad como Nueva York, narrado en el documental de ESPN, "Winning Time".


 Si pensamos en rivalidades entre equipos de la NBA, todo el mundo pensará rápidamente en Lakers y Celtics. Los más clásicos quizá piensen en Seattle y Washington. Pero, a mediados de los 90, se fraguó una de las mayores rivalidades de la liga, entre Indiana Pacers y New York Knicks, liderada enérgicamente por un hombre: Reggie Miller.

 El baloncesto siempre ha sido tema de rivalidad entre las ciudades de Indianapolis y Nueva York.
 En Indiana se decía que el baloncesto nació allí y no en 'la gran manzana'. Además, estaban convencidos de que poseían el baloncesto más puro y los mejores tiradores. La ciudad vivía el baloncesto. Todo colegio e instituto tenía su equipo de baloncesto y, cuando jugaban los Pacers, la ciudad "cerraba".
 Nueva York, sin embargo, se considera a si misma la meca del baloncesto. Llena de 'playgrounds' y de leyendas de este deporte. Se trataba a la gente de Indiana como pueblerinos, lo cual, lógicamente, molestaba mucho a estos, que los veían como unos arrogantes.

 Pero esto era algo que no preocupaba mucho en Nueva York, ya que los Pacers eran por entonces un equipo menor. Pero poco a poco, las distancias comenzaron a estrecharse, a la vez que crecía su rivalidad.

 En los 90, en Nueva York contaban con uno de los mejores pivots de la liga, Pat Ewing, la estrella de Georgetown, llamada a devolver la gloria a los Knicks. Además, estaban dirigidos por Pat Riley, estrella de los banquillos tras convertirse en el artífice del showtime de los Lakers en los 80.
 En Indiana, entrenados por Bob Hill, y con su estrella, Reggie Miller, habían ido creciendo hasta hacerse habituales de los Play-offs.

 Era cuestión de tiempo que empezasen a cruzarse en los Play-offs.


 En la temporada 92-93, los Knicks accedieron a los Play-offs por la puerta grande. Con 60 victorias, consiguieron pasar como el mejor equipo de su conferencia, y solo superados en toda la liga por los Suns de Barkley.
 Indiana en cambio, consiguió acabar con una victoria más que los Pistons y jugar los Play-offs como último clasificado de su conferencia.
 Por lo tanto, ambos equipos se verían las caras en primera ronda.

 Ambos entrenadores habían dotado a sus equipos de una gran agresividad y competitividad. Por lo que no tardaron en saltar chispas.

 Los dos primeros partidos fueron según el guión y los Knicks se pusieron 2-0 en la serie. Pero la serie se trasladó a Indiana y Reggie Miller no estaba dispuesto a consentir un 'barrido'.

 Como ya hemos comentado en entradas anteriores, Miller era un experto provocador. Los piques, el hablar constantemente al rival, aspavientos, dejarse caer, lanzar un manotazo y fingir que le habían dado a él... su repertorio abarcaba todo lo que pudiese valer para sacar del partido al rival. Y además, te metía 25 puntos. Era sencillamente desquiciante.
 Según sus propias palabras, un 70% de lo que hacía y decía era para meterse en el partido. El otro 30%, para sacar a los demás.

 Al saltar a la cancha, Reggie saludó uno por uno a todos los jugadores del equipo contrario. Sin embargo, uno de ellos no le devolvió el saludo. Era John Starks. Miller ya tenía un objetivo.
 Starks era, lo que vulgarmente llamaríamos, un "cabeza loca". Era un hombre de reacciones imprevisibles. Era el objetivo perfecto.

 Desde que comenzó el partido, no dejaron de hablar y enzarzarse. Cada vez que Miller anotaba, iba directo hacia Starks con comentarios desafiantes.
 "John, fijate en las estadísticas. Venga ya hombre. ¿Y tu eres escolta titular en esta liga? Por favor, pero si das pena".
 Starks le miraba fijamente con la convicción de no entrar en su juego.
 Miller iba desquiciando poco a poco a Starks, al tiempo que iba sumando puntos. Le defendía con la mano en la cara, le lanzaba besos tras meter canasta o le empujaba cuando el arbitro no miraba y se tiraba al suelo al mínimo contacto. Era cuestión de tiempo que Starks explotara. Se veía venir y Ewing le advertía: "calmate y no hagas ninguna tontería".


 Y explotó.
 Starks no aguantaba más. Se acercó a Miller y le propinó un cabezazo. Apenas le había tocado, pero, por supuesto, Reggie le sacó todo el partido que pudo, simulando un golpe mucho mayor que el recibido en realidad.
 El arbitro se acercó y expulsó al jugador de los Knicks.
 Todo el mundo explotó. La grada se levantó y Ewing y Oakley acorralaron a Starks, recriminándole fuertemente lo que acababa de hacer. Pat no dejaba de gritar a John mientras se dirigía al vestuario.

 Por supuesto, los Knicks perdieron aquel partido. La serie se ponía 2-1 y las cosas cambiaban mucho a partir de ahora.
 La prensa neoyorkina se ensañó con John Starks. Durísimos titulares cubrían los periódicos al día siguiente. Sin embargo Reggie Miller no dejaba de negar haber provocado al jugador de los Knicks. Incluso declaró en una televisión que "a Starks le habría sentado mal algo que había comido en el hotel".

 Los Knicks acabarían llevándose la eliminatoria por 3-1, y llegando a la final de conferencia, donde caerían ante los Bulls de Jordan.

 Pero la rivalidad no había hecho más que comenzar.

martes, 15 de noviembre de 2011

El día que Jordan jugó con fiebre

 Si por algo se caracteriza la NBA, es por las grandes actuaciones individuales de sus estrellas. Muchas de ellas pasan a la historia y son recordadas durante años. Ya sea por la calidad demostrada, por la importancia del partido o por la épica de la actuación.
 Y de estas últimas, de actuaciones cargadas de épica, destaca una por encima de todas las demás: un 11 de Junio de 1997, el día que Michael Jordan anotó 38 puntos en una final, jugando con 39º de fiebre.

 En la temporada 1996-97, los Chicago Bulls venían de ser campeones y de establecer la mejor marca de la historia en Liga Regular, con 72 victorias, por lo que partían como claros favoritos. Y no decepcionaron, ya que acabaron con el mejor registro de victorias, quedándose a tan solo una de llegar nuevamente a las 70, marca que podían haber batido si no hubiesen perdido los dos últimos partidos de liga (el último ante los Knicks por 103-101 con un triple fallado por Pippen en los últimos momentos). También se quedaron a una sola victoria del mejor registro en casa de la historia (40-1, de los Celtics en la 85-86).
 Además, Jordan acabó como máximo anotador con 29'6 puntos por partido y Rodman como máximo reboteador con 16'1, a pesar de haberse perdido 11 partidos por sanción por dar una patada a un cámara con el que se había tropezado en un partido contra los Timberwolves.

 En los Play-offs el equipo se mostró intratable. 3-0 a Washington en primera ronda, 4-1 a Atlanta en semifinales y 4-1 a Miami en la final de la conferencia este para plantarse en la final de la NBA e intentar revalidar título.

 Allí les esperaban los Utah Jazz, que llegaban con la segunda mejor marca de la Liga Regular (64-18) y su MVP (Karl Malone), y que se habían clasificado por primera vez en su historia para la final de la NBA tras un triple de Stockton en el último segundo del sexto partido de la final de conferencia ante Houston Rockets.


 Los Bulls hicieron valer el factor cancha, ganando los dos primeros partidos en el United Center, el primero de ellos por 84-82 con una canasta ganadora de Jordan en el último segundo, y el segundo por 97-85 con el '23' rozando el triple-doble con 38 puntos, 13 rebotes y 9 asistencias.

 Pero la serie se trasladaba a Salt Lake City, donde los Jazz no perdían un partido desde el 23 de Febrero.
 Y 37 puntos de Malone en el tercer partido y otros 23 y 10 rebotes en el cuarto confirmarían la racha, empatando la serie 2-2.

 Así se llegó al quinto partido, con el equipo de Utah determinado a seguir la racha, pero con unos Bulls que, con Jordan en la plantilla, no perdían tres partidos seguidos desde comienzos de la temporada 90-91.
 Pero había un gran problema en el equipo de Chicago. Su gran estrella, Michael Jordan, había pasado la noche anterior al partido con una gran fiebre y llegaba muy mermado.
 Aun así, Phil Jackson no dudó en sacarlo de inicio junto con los integrantes habituales del quinteto titular, Harper, Pippen, Rodman y Longley.
 Jerry Sloan también optó por su quinteto clásico. Stockton, Hornacek, Russell, Malone y Ostertag.

 Y el partido empezó muy bien para los Bulls, con dos faltas personales de Hornacek sobre Pippen en menos de un minuto, que le enviaban al banquillo.
 Pero ahí se acabaron las buenas noticias para Chicago. Un Jordan visiblemente cansado asumió la responsabilidad de su equipo, pero numerosos fallos, tanto en ataque como en defensa, mantenían al equipo estancado. Por suerte, una buena defensa de Rodman a Malone, hacía que a los Jazz no les fuera mucho mejor en ataque. Con 4:30 jugados, el marcador mostraba un pobre 4-2 para los locales.

 Pero el juego interior de Utah comenzó a funcionar, a diferencia del ataque de Chicago. Esto, unido a varios triples de Morris, abrían una brecha que terminaba con un parcial de 11-0 y a Phil Jackson, que no había parado de protestar en todo el partido, pidiendo un tiempo muerto con 21-8.
 Jordan se iba al banquillo con claras muestras de agotamiento.

 El primer cuarto acabaría con un 29-16 en el marcador. A destacar un enorme mate de Pippen encima de Karl Malone.

 El segundo cuarto empezaría con un guión similar. Jordan asumiendo y fallando tiros y los Jazz con la misma energía y determinación.
 Así, con 36-20 abajo, Phil Jackson pide un tiempo muerto que sería esencial, ya que, no sabemos lo que les diría a sus jugadores, pero Chicago volvió a la pista con una energía renovada, apretando mucho más en defensa y con Jordan decidido a olvidar su mal estado físico.
 Dos tiros libres y una canasta al contragolpe de Michael tras el parón, daban fe de ello. Tras 4 minutos de cuarto, Kukoc metía la primera canasta de los Bulls obra de un jugador que no fuese Jordan.

 Los problemas de faltas de los jugadores interiores de Utah (3 faltas Malone y Carr), unido a una gran defensa, la decisión de poner a Pippen en el poste para aprovechar su ventaja de altura, y un gran Michael Jordan, comenzaron a reducir la ventaja rapidamente y, a falta de 2:30 para el descanso, un tiro libre de Jordan pone por primera vez por delante a los Bulls (44-45).

 Con un pequeño arreón final de los Jazz y un gran mate de Russell, se llegaba al descanso con un 53-49.

 A pesar de la fiebre y del visible malestar, Jordan había anotado 17 puntos en el segundo cuarto. 21 en total.


 Al comenzar el tercer cuarto, a la estrella de los Bulls se le veía exhausta, fallando tiros y acabando el cuarto en el banquillo, con la toalla por encima y bebiendo mucho para hidratarse.

 El cuarto fue muy igualado, con momentos de superioridad de Chicago, pero con un parcial de 7-0 acabando el cuarto para los Jazz.
 Con dos tiros libres de Pippen se llegaba al final del cuarto con 72-67 y con un parcial en el cuarto de 19-18. Jordan anotó únicamente 2 puntos en este periodo.

 Utah quería solucionar el partido cuanto antes, y parece que se va en el marcador al comenzar el último cuarto, pero un triple de Kukoc (el tercero sin fallo) y otro de Jordan empatan el partido a 77.
 Hay tiempo muerto pedido por Jerry Sloan, y cada vez Jordan parece más perjudicado. Aun así, al volver a la pista, anota la canasta que pone por delante a su equipo 77-79.

 El partido entra en un momento trabado y, con 81-81, el marcador se mantiene sin cambios durante casi dos minutos. A falta de menos de 4 minutos, Stockton rompe la sequía con un gran triple.
 Pero el partido sigue apasionante y muy igualado.

 Ya dentro del último minuto, Utah gana por un punto (85-84). Michael Jordan, que apenas puede ya correr, tiene dos tiros libres. Mete el primero pero falla el segundo. Y a pesar de todo, tira de coraje y consigue coger su propio rebote.

 Queda poco más de medio minuto. Jordan le mete un balón interior a Pippen. Sloan decide mantener las defensas individuales, como ya hiciera en el primer partido (con nefasto resultado).
 Pippen pivota y, cuando va a llegar la ayuda, saca el balón a Jordan que anota un inolvidable triple a falta de 25 segundos.



 Los Jazz piden tiempo muerto y Jordan, completamente extenuado, apenas es capaz de seguir caminando. Apoyado completamente encima de su amigo Pippen, consigue llegar a duras penas al banquillo. La imagen de Jordan agarrado a Pippen será tan recordada como la de cualquier canasta ganadora. Por primera vez veíamos a Jordan de una forma que nunca le habíamos visto, le vimos humano.

 Dos canastas rápidas de Ostertag y Longley, y un tiro libre de Stockton, dejarían el marcador final en 88-90.

 Michael Jordan acabó aquel partido con 38 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias, 3 robos y 1 tapón y, sobretodo, con una lección de coraje y superación.

 Chicago vencería en el sexto partido con una canasta final de Steve Kerr, proclamándose campeones de la NBA por quinta vez en su historia.